
Documentación: Cuando escribir también es buscar
Dicen que antes los escritores trabajaban con un puñado de folios y un diccionario de sinónimos. Yo lo hice con dos portátiles: uno para redactar, otro para buscar y con una hoja de Excel abierta, como guía.
Y una libreta, claro. De papel, con márgenes doblados, flechas cruzadas y notas que solo yo entiendo. Imprescindible.
Esta fase fue el pulso silencioso detrás de cada capítulo. No bastaba con imaginar: había que entender. Investigué sobre guerras pasadas, colapsos políticos, IA, mitología, economía, migraciones, filosofía, discursos históricos y realidades que ya nadie quiere ver. Crucé mapas, leí tratados, comparé datos y memorias.
Horas y horas buscando esa palabra exacta. Ese dato que no se nota pero sostiene. Ese símbolo que aparece en una línea y se recuerda tres capítulos después. Documentarse no fue una tarea aparte: fue el otro rostro de la escritura. Porque La Memoria Olvidada no solo debía emocionar… debía ser posible.
Y en medio de tanta información, descubrí algo esencial: lo real a veces es más poético que la ficción. Solo hay que saber mirarlo.