Todo comenzó con una idea: una chispa en la oscuridad, una pregunta sin respuesta. Así nació La Memoria Olvidada. Durante esta primera fase, el proceso creativo fue tan íntimo como intenso: desde los primeros esbozos del índice hasta la redacción completa de los capítulos, cada palabra fue una búsqueda y cada línea, una grieta por donde se filtró la luz.

No fue simplemente escribir. Fue recordar lo que aún no había ocurrido, dar voz a una conciencia atrapada entre el pasado y el futuro. La protagonista, narrando en primera persona desde una habitación cerrada, nos llevó por un viaje sensorial y filosófico, entre ruinas, símbolos y verdades a medias.

Cada capítulo surgió del polvo, de los ecos, del esfuerzo por reconstruir un mundo colapsado con palabras. Esta fase fue la cimentación de toda la trilogía: los personajes tomaron forma, los símbolos adquirieron peso, y el latido de una historia olvidada empezó a escucharse.